lunes, 29 de septiembre de 2014

Retroceder en palabras

Acabo de copiar una nota perdida de un lejano día de julio, y ha sido lo más positivo que me he dicho a mí misma hasta el momento.

Y en efecto, son las 6:30 de la mañana. Por supuesto que mi cabeza se ha vuelto cobarde y ha optado por no cerrar los ojos. Imagínate que soy tan osada como para ponerme a soñar, imagínate que vuele él cortando el tiempo con el filo de sus palabras y me reduce a la nada, a mí y a mi alma. A mis pensamientos malgastados en abrazos al vacío y en ojos desvestidos. Quise creer que era capaz de desnudar tus sentimientos y tatuar metáforas en tu piel. No darle al complot organizado por los monstruos que habitan en el armario la satisfacción de haberse proclamado vecedores.
¿Y qué hice? Decidí escribirle a un yo futuro aun inexistente desde un yo pasado que será polvo en un torbellino. Decidí cortar la relación con mi pesimismo y salir corriendo hacia atrás, salir huyendo hacia dentro y no hacia afuera, creyendo elegir la dirección equivocada aposta porque así podría echarle el muerto a alguien que no fuera él. Qué privilegio que mi subconsciente siga construyéndole un muro de virtudes invisibles pero existentes. Y no lo sé, desconozco cómo mi ira ascendió por una vía de escape diferente a la sangre desbordada y a los gritos perdidos. Salió a borbotones, por cada poro, hasta cada terminación y después pareció silenciarse para estallar en carcajadas. 
Y entre risas psicológicas y dosis de alegría creada por unas horas de sueño olvidadas, amaneció. Sí, sale, emerge, y decide aparecer. Quise ver el cielo quebrarse y sonreír tal como sucedió conmigo, y respondió. Primero el azul, luego el rosa pálido y ahora el naranja veteado por nubes de pastel. Y de pronto, una inspiración que pensé enterrada bajo los pilares de recuerdos mal clasificados decide volver, con su vieja maleta color tierra, sus gafas para desconcertar tras cristales azabaches y su sonrisa indescifrable. Hola, bienvenida, hacía tiempo que no te recordaba por estos lares, estás más vieja y perdón por el estropicio que he armado. Con el mundo visto bajo el agua, las ideas trastornadas y los comienzos dados la vuelta. Perdón por dejar que se me fuera de las manos y empezar a coger tal velocidad. No me mires mal, no tengo nada que ofrecerte pero sí mucho que tomar.
Futura yo, la oscuridad y el mal rato acaba sucumbiendo al amanecer que siempre madruga y nunca llega tarde al trabajo. Futura yo, esto ahora mismo es precioso, y no te lo estás perdiendo para nada porque es una imagen mental, porque escribo desde un recuerdo y ahora es el presente. Olvida las estaciones, olvida a las personas, abandónate a ti por el camino y quédate con las ideas. Siempre fuertes, anudadas a los valores, a la luz.
Y puede que lo que más necesitaba no era dormir doce horas seguidas, evitando estar a oscuras, sino vivir doce horas esperando en penumbra a que el sol incandescente apareciese como un esperado y viejo amigo. Se valiente, amiga mía. Espera siempre hasta el siguiente amanecer.