domingo, 8 de marzo de 2015

Tres mil seiscientos cincuenta y dos.

El otro día me imaginé con diez años añadidos a los diecisiete y diez meses que ya poseo. ¿Sabes lo que eso significa?
Significan 3652 días,
3652 vasos de leche,
3652 veces multiplicadas por las ganas de hablar contigo,
significan más de 1000 canciones,
digamos 40 conciertos y festivales, la mitad tuyos,
significan dos meses y medio de verano incesable.
Significa haber crecido, haber aprendido y desaprendido mucho más, haber dicho "adiós" y el doble de "hola".
Significa haber caído más veces de las que me gustaría, haber muerto y revivido alguna que otra vez.
Significa, por encima de todo, haber despertado 3652 veces cada mañana y pensar "Dios mío, sigo viva".
Imaginé sin querer la cantidad de luz que incidía en la habitación, la cual era maravillosa, no podría decirse lo mismo de mi rostro concomido por una extrema libertad que, curiosamente, me había rebajado a la vida de un preso cualquiera. Presa caminaba yo a causa de mis delirios. Creí amanecer sola en una cama abandonada a la deriva, y sin embargo existía alguien, un pequeño atisbo de cordura en la habitación.
Tú.