jueves, 24 de octubre de 2013

Siempre nos faltará el tiempo

Te han mentido, el tiempo no existe. No vives si nunca saltas desde el acantilado, no vives si no esperas  el primer copo del sempiterno invierno, no si no te vuelves intangible entre la niebla, o si no cruzas los besos con palabras ni miradas errantes desde los polos opuestos de una misma cama.
La culpa la tiene el dinero que es tan estúpido como para dejarnos imaginar más de la cuenta, aunque me callo y te grita mi silencio que tú tienes la culpa de que me esconda al fondo del armario de ropa de invierno.
Me quito el sombrero ante Parmenides pues el tampoco creyó en la existencia del movimiento. Fotografías en la pared de alguien que vive más allá, la cita entre comillas al comienzo de un nuevo libro, o las voces de un loco que le hablan y le comen la cabeza. Qué malo es el tiempo que hemos creado como psicópatas humanos que somos.

martes, 15 de octubre de 2013

Bulímicos corazones


El corazón que vivía en mi se ha vuelto bulímico, y vomitará todo aquel sentimiento que lo haga verse más gordo por sentirse culpable al intentar recomponer los cristales de las fotos que por algún arrebato me dio por tirar por la ventana. No he recogido los recuerdos rotos porque me da miedo cortarme con ellos, y doy por hecho que lo haré. Así que ahí quedan, brillando cada mañana cuando un sol cada vez más alejado y frío incide sobre ellos y su reflejo tiende siempre penetrar por mi ventana y despertarme. Nunca llevo una mochila preparada, ni la cabeza bien ordenada, y si se diese el caso, si las bombas decidieran caer hoy desde el cielo tendría que verme forzada a salir corriendo medio desnuda, siempre con una foto desdoblada entre los dedos y una canción antigua en mis entrañas. Mis ojos se han vuelto drogadictos y tienden a deformar los recodos de los paisajes, tienden a crispar las sonrisas ajenas y a volverlo todo un poco más alejado que el día anterior. Salgo con la ropa del día anterior a la calle y las personas que pasan a mi lado son siempre nuevos caminantes, lo que hace que me pregunte por qué yo sigo siendo la misma merodeadora que ayer